Desde la edad catalogada por algún metal, la especie humana
le ha encantado pintarse la cara como un mandril. Lo más sorprendente que el
primer motivo para hacerlo, no fue otro que intentar parecerse a la flora y
fauna que nos envolvía. En aquellos tiempos, no éramos la especie top ten, y el
mundo no giraba en torno a nuestro ombligo.
Más adelante cuando aceptamos,
que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. El maquillaje tuvo
un significado más simbólico, que estético.
Lo utilizábamos para combatir el sol o señalar el estatus social al que
pertenecíamos, así como, indicar la asistencia algún acontecimiento muy
importante, que pasaba por nuestra vida.
No es hasta en época de “Por la que brilla el sol”, que
consideramos a los cosméticos como auténticos aliados contra la edad y la
fealdad. En este tiempo el cuidado y la apariencia de la piel no tenían sexo,
porque eran utilizados por hombres y mujeres.
Maquillarse era sinónimo de oblación hacia uno mismo, además de
demostrar una plena confianza y carisma
hacia la multitud, presumiendo de cutis.
Es en la Edad Media, cuando la práctica del maquillarse, es
desprestigiada. Todo lo que representada
en anteriores épocas, ahora es sinónimo de impúdico.
En esta época la especie humana
había demostrado con creces su superioridad, en cuanto, a otras especies o
reinos de seres vivos. Incluso creíamos que el sol gira entorno a la tierra. Solo nos faltaba comprobar la magnificencia dentro de la misma especie.
Por eso nos inventamos, el cuento de que el hombre está hecho a imagen y
semejanza de Dios. Homologando su perfección en todo, sin necesidad ningún tipo de cuidado cutáneo.
La mujer en cambio, estaba fabricada a partir de una
costilla del propio prójimo. Éramos un
ser claramente inferior en todos los aspectos.
Por ello el ideal de belleza solo afecta a nuestro sexo, es de
antonomasia nuestra sumisión y consigo la demostración de ser pura.
Concretamente teníamos que lucir
palmito, siempre sin aditivos, a
ver si nuestros semejantes se distraen
de sus menesteres. Además ellos no
podían ser eclipsados por
nuestro amor propio, ¿cómo podíamos sentir eso, por nosotras mismas?,
era impensable, tal pensamiento narcisista.
En esta época solo se maquillaban los empleados del negocio
más antiguo de la tierra, y algunos marginados, para llamar la atención de
quienes eran. Así convirtieron a los
cosméticos, en letras escarlatas. A pesar
de esta decadencia, en el renacimiento se vuelve a recuperar la
costumbre de empolvarse la nariz. En el
siglo XX, se inicia la costumización del maquillaje, con la fundación de las
primeras industrias exclusivas del makeUp.
Sin embargo, las secuelas del medievo todavía quedan
patentes hoy en día. El maquillaje masculino todavía es un tabú, para muchos. Porque lo relacionan incorrectamente, con que,
si lo usan pueden poner en duda su masculinidad, exagerando involuntariamente arias de su cara, que den lugar a la
apariencia de un rosto muy afeminado, como si los rostos suaves no nos gustarán, los hipster's lo saben. Pero la culpa de este estigma, fue por los primeros dramaturgos,
que utilizaban el colorete de forma abusiva, para interpretar el papel de una mujer o mejor dicho de la misoginia.
Sin embargo, cada vez hay más varones, que optan por maquillarse normalizando la praxis, como hace James Charles. Ojalá
pronto se hagan anuncios de bases maquilladoras de más factor, protagonizados por bellezas exclusivas, o profesionales del transformismo,
incluso alguien andrógeno, sería muy innovador y abriría nuevos mercados, al identificarnos todos.
Se afirma que el
maquillaje es un complemento de sumisión hacia el patriarcado, ocultando
su verdadera cara, debajo de un velo, al
proclamarse efímero y optativo. Pero
recordemos nuestro pasado más cercano, cuando las mujeres no podíamos ni tener
una cuenta bancaria a nuestro nombre, salvo si eras una viuda respetable. ¿Quién tenía cada mes dinero seguro? Él. La industria cosmética lo sabía, por ello
el famoso “eslogan arréglese para ellos”. Porque los productos más vendibles,
aunque parezca contradictorio, son
aquellos dirigidos a públicos incapacitados económicamente. O si nos miren, la industria de productos de ocio infantil o alimentaria. El uso del
maquillaje parece a simple vista, que su
cometido es agradar a otros, y no a su
consumidora. Pero recordemos que uno de
los efectos de la técnica de maquillarse, es verse más joven y sin imperfecciones. Además de proporcionar alguna armonía con el
atuendo que se lleve de moda.
Si sería una mujer de
otro siglo, aunque soy de este, igual lo
pienso. La mayoría creería que me pintaría o me pinto como una geisha, por mi pareja o simplemente presión social, porque todas las tías iban y van muy emperifólladas, incluso algunas lo usan para ocultar sus inseguridades. Porque cuando eres pequeña no te importa lucir tal y como eres, incluso haces cola para que un pinta caras te la pinte, pero después descubres el mundo de las opiniones, y el rumos de que los pinta caras provocan espinillas.
Pero igual me maquillo, porque a pesar de no parar en todo el día, de resistir golpes de la vida, de enfadarme, de darme por vencida a veces. Jamás en esas horas bajas, me gusta, mostrar una imagen demacrada. Porque en cierto modo, es admitir que el mundo al final me ha consumido y que mi espíritu se ha desintegrado. Eso es peor que te haya salido un grano o una arruga de expresión.
Pero igual me maquillo, porque a pesar de no parar en todo el día, de resistir golpes de la vida, de enfadarme, de darme por vencida a veces. Jamás en esas horas bajas, me gusta, mostrar una imagen demacrada. Porque en cierto modo, es admitir que el mundo al final me ha consumido y que mi espíritu se ha desintegrado. Eso es peor que te haya salido un grano o una arruga de expresión.
Ahora contestarme ¿A
cuántas y cuantos, no han escuchado la expresión de alguien, a cuento de nada, de que, no les gusta la
gente maquillada? Porque he estado en esa situación. He visto en el rostro del detractor, esa mirada mezclada de estigma y asco, que cuando la ves, algo en tu
alma se petrifica, al mismo tiempo te mueres
de rabia. El maquillaje lo uses o no, no
cambiaría tu vida, ni afectará a quien eres como persona. Por eso tenemos que
entender, de una vez por todas, que una
simple barra de labios, no es el estandarte de ningún pensamiento, ni barrera. Simplemente la
expresión libre y personal que puede
durar 48 horas. Si nos que se lo pregunten a Emma Stone en
los globos de Oro.